viernes, 12 de junio de 2015

Nachete vs Anabel. Sumisión consentida.



Soy una chica con mucho carácter, es más, al principio acojono bastante. Además, soy de las típicas personas que prefiere hacer algo ella misma en vez de delegar, suelo estar en todos los “fregaos” para tener las cosas controladas. Pero tengo que admitir que, con todo lo mandona que puedo llegar a ser,  me excita bastante que me quiten el poder en el ámbito sexual. Sí, me gusta que el tío en la cama me imponga su voluntad, y si es a la fuerza… mejor.

No todos los chicos con los que he estado han sabido hacerlo. Con algunos en alguna conversación se lo he dejado caer pero, tras la excitación previa de sentirse machos alfa han demostrado no dar la talla, teniéndome que poner, una vez más, yo al mando. Ojo, tampoco me quejo, pero me gusta cambiar para variar.

El que sí dio siempre cumplió con mis expectativas fue Nachete, un divorciado de 34 años, algo más bajito que yo (cosa no difícil, yo mido 1’78) y delgadillo, pero todo fibra. Esa “poquita cosa” de primeras hacía y deshacía a su antojo conmigo. No he tenido sexo más brutal que con él, la química sexual entre los dos era impresionante. Sólo el saber que estaba de camino me hacía ruborizarme y excitarme como una auténtica perra en celo y cuando lo hacíamos era como dos trenes de direcciones opuestas que chocan, arrasando todo a su paso. No he conectado tanto sexualmente en mi vida como con él. Hasta pensé en volverme otra vez monógama, pero eso es otra historia más complicada de contar y tampoco viene al caso que nos concierne.
“Nena, voy para ya”. Con esa frase  yo ya corría a preparlo todo para que estuviera perfectamente listo cuando llegara. Él se escapaba de ese trabajo agotador suyo que le absorbía la vida, venía con su mono de trabajo, y empezaba el primer ritual. Yo le abría la puerta escondiéndome detrás para que no viera hasta cerrarla el conjuntito o disfraz que le esperaba. Él me miraba de arriba abajo con esos ojos azules y esa expresión de enfado. Me observaba atentamente mientras se quitaba las botas del trabajo “para no manchar” y me besaba bruscamente mordiéndome el labio. Desde ese preciso instante ya era suya, y como no tenía mucho tiempo siempre íbamos directamente al grano. 

El segundo ritual, hacer que me corriera en su boca. Ya podía ser en la encimera de la cocina, en el sofá o directamente en el suelo del hall. Nadie me ha comido el coño como me lo comía Nachete. Y es que casi lo comía de manera literal. Sin miramientos, totalmente primitivo. Metía la lengua por todas partes, lo mordía, lo succionaba… yo le cogía fuerte del pelo, incluso tiraba de él porque el placer rozaba el dolor… él me miraba con esos ojos azules, frunciendo el ceño, comunicando que ahí mandaba él y yo… me corría viva. 

El tercer ritual: la lucha de poder. Besos con agresividad, agarrones de pelo hasta llegar a la cama… y el forcejeo, que siempre ganaba él aunque yo le superase en tamaño. Y regresaba al segundo ritual, esta vez totalmente inmovilizada hasta que conseguía otra vez su objetivo. Nunca cambiaba su expresión, siempre me miraba con esa cara agresiva, esa que hacía estremecerme y doblegarme a su voluntad.

Ha sido mi único amante que era consciente, porque yo misma se lo hacía saber, que no era mi único amante. En nuestras conversaciones diarias le hacía el parte de quién había estado en mis bragas o quién iba a estar. Quería detalles escabrosos y yo aprovechaba exagerando un poco la virilidad de sus competidores. Le jodía saberlo, pero no paraba de preguntar… Así que cuando estábamos en la cama comenzaba su cuarto ritual: el castigo sexual. Entre más forcejeos y batallas ganadas por él me hacía “arrepentirme de mis pecados”, me obligaba a confesar que realmente los otros no daban la talla como lo hacía él, que ellos no me daban el placer oral que me daba él, que ellos no me follaban como me follaba él y que no me hacían correrme como me corría con él. Y es que era la pura verdad. Cuando se sentía satisfecho de mi confesión me hacía tal embestida que me extremececía por todos los poros de mi piel, sólo notando como entraba dentro de mí hasta lo más profundo de mis ser. Y él se quedaba ahí, con la intensidad del empujón mientras yo explotaba otra vez. 

Cuando yo notaba un ápice de flaqueza aprovechaba para meterme esa polla que sabía manejar tan bien en mi boca, sedienta de venganza, ahora era yo la que le iba a volver loca a él. Aún así,no me dejaba que la cogiera con las manos, sólo con la boca, incluso me amenazaba cuando lo hacía… Si venía especialmente cansado, yo aprovechaba para ponerme encima suya y follarle, agarrándole de la cabeza, sin desviar nuestras miradas en ningún momento, encarándonos como dos lobos alfa de distintas manadas, sacando dientes, para demostrar quién era más poderoso que quién. Nachete era muy listo, él aprovechaba para reponer fuerzas y cuando me quería dar cuenta volvía a estar encima de mí, imponiéndose y ganando la batalla una vez más, haciendo que volviese a perder con un nuevo orgasmo. 

Victorioso, empezaba el último ritual: mi culo. Aprovechando esa polla suya, que entraba sola,  me penetraba con lujuria, azotándome y manejándome a su antojo, hasta que por fin, cedía de una vez con su eyaculación. Aunque hasta en eso era agresivo. Ponía una cara de dolor mientras explotaba, sabiendo que él había ganado muchas batallas pero al correrse por mí, perdía la guerra.

Ya tumbados en la cama, los dos exhaustos, el paisaje era totalmente distinto. Ahora empezaban las caricias, los besos dulces, las miradas sonrientes llenas de complicidad. Reponíamos fuerzas hablando de nuestras cosas como dos buenos amigos, la lucha había terminado. Nos vestíamos, íbamos al salón para seguir charlando mientras nos tomábamos una coca cola a medias y nos fumábamos un piti. Ese era el tiempo que aguantaba en mi casa, lo que tardara en terminarse el cigarro porque él sabía muy bien que si se iba corriendo me sentiría sucia, y aunque me tratase como una zorra en la cama me hacía sentirme como una princesa. “Nena, me vuelvo al trabajo”. Un beso, una despedida… y hasta la próxima guerra, "nene".

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